AGUSTÍN CASTILLA | OPINIÓN | 2016-10-06
Tras una larga lucha y contra todo pronóstico particularmente por la situación que se vivía en el panismo del estado, pues hay que recordar que los candidatos del PRD y de Movimiento Ciudadano provenían de Acción Nacional, así como por la postulación del Chacho Barraza como candidato independiente, el pasado martes Javier Corral rindió protesta como gobernador de Chihuahua.
Corral siempre se ha destacado por ser un personaje controvertido que en múltiples ocasiones se ha confrontado con las cúpulas del poder, igual frente al gobierno, el duopolio televisivo, al interior de su partido o en las cámaras del Congreso que hasta ahora han sido su espacio natural de actuación.
Queda claro que difícilmente ganaría un concurso de popularidad -sobre todo entre la clase política- por su personalidad polémica, su carácter fuerte -que muchas veces puede rayar en lo agresivo-, y la ostentación de cierta superioridad intelectual y moral. Se trata de un político incómodo que generalmente actúa en solitario y al que sus críticos tachan como el más perredista de los panistas, pero nadie puede dejar de reconocer que ha sido defensor de causas importantes y uno de los parlamentarios más duchos por su experiencia, conocimiento de los temas, capacidad argumentativa y espíritu combativo.
La ceremonia de toma de posesión tuvo dos elementos poco usuales en eventos de este tipo. La pluralidad de los asistentes entre los que se encontraban, además de la plana mayor del PAN, Cuauhtémoc Cárdenas, Guadalupe Acosta Naranjo, Gerardo Fernández Noroña, Joaquín Vargas, Emilio Álvarez Icaza, Martha Tagle, representantes de comunidades indígenas, activistas de derechos humanos y de organizaciones de la sociedad civil, así como la sustancia del mensaje.
Lejos de los lugares comunes y las buenas intenciones a las que estamos acostumbrados, Corral le dio contenido a su discurso y llamó a las cosas por su nombre por lo que vale la pena hacer mención a algunos de los pronunciamientos más destacables. Para empezar, anunció que estará a disposición del Congreso para presentarse a debatir cuando se le requiera, y que propondrá eliminar el fuero del que goza el gobernador.
También dejó claro que llega con plena independencia política y económica, por lo que no asumirá ningún compromiso de este tipo en función de los apoyos recibidos en su campaña. Afirmó que va a cancelar la publicidad oficial que exalta la figura del gobernador, y que en lugar de su foto se pondrá en cada oficina el código de ética que debe regir la actuación de los servidores públicos. Mandó un mensaje a los empleados gubernamentales para que no se preocupen por su trabajo, pero que colaboren dando toda la información sobre las irregularidades que se cometieron.
Quizá las declaraciones más fuertes las hizo en torno a la corrupción: “a todo aquel que sea descubierto en actos de corrupción, saqueo, robo hormiga será conducido a la justicia, así sea mi colaborador más cercano, mi asesor o compañero de partido de hace mucho tiempo”, “la verdadera reconciliación pasa necesariamente por la verdad y la justicia”, “no hay peor crimen que mirar la pobreza y la miseria de frente, a los ojos, y luego embolsarse lo que ha de servir para combatirla”.
La responsabilidad asumida por Corral es enorme no sólo por la complejidad de los problemas y por recibir una administración en quiebra, sino por las expectativas que se han generado, pero tiene la gran oportunidad de imprimir un sello distinto a la forma de hacer las cosas y oxigenar la política en nuestro país. ¡Que así sea! (Fuente La Silla Rota).