Por primera vez en la historia, el gobierno de Irán transmitió en vivo, por streaming, los 90 minutos completos del debate presidencial de Estados Unidos el domingo pasado. Eso no fue una lección de civismo, sino más bien un esfuerzo para resaltar ante el público iraní la disfuncionalidad del sistema político estadounidense.
Esa decisión demuestra la forma en que la campaña de Trump, gane o pierda, ha erosionado la posición de Estados Unidos en el mundo entero, sobre todo cuando se trata de cuestiones tales como los derechos humanos y la libertad de prensa. Esto puede parecer incidental en comparación con la enorme amenaza que una presidencia de Trump representa para las instituciones de Estados Unidos, desde los partidos políticos al Departamento de Justicia, y los propios medios de comunicación. Pero, para los periodistas vulnerables de todo el mundo, esa presidencia sería un elemento de cambio. Como señaló la presidenta del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), Sandra Mims Rowe, en un comunicado dado a conocer esta semana, “la presidencia de Trump podría representar una amenaza para la libertad de prensa en Estados Unidos, pero las consecuencias para los derechos de los periodistas en todo el mundo podrían ser mucho más nefastas”.
El récord de EEUU está lejos de ser perfecto. Pero cuando este país defiende a los periodistas perseguidos en todo el mundo, todavía puede lograr mucho. Recientes esfuerzos de Estados Unidos han ayudado a liberar blogueros encarcelados en Vietnam y Etiopía, y condujeron a la liberación de Jason Rezaian, el reportero deThe Washington Post encarcelado en Irán. EEUU ha sido una voz consistente para la libertad de prensa y los derechos en internet en foros internacionales como las Naciones Unidas, proporcionando un contrapeso fundamental para países como China y Rusia, que buscan restringir la expresión en línea.
Cuando se trata de la libertad de prensa y los derechos de los periodistas en todo el mundo, EEUU ejerce su influencia de dos maneras. La primera es con el ejemplo. Pero Trump ha pisoteado constantemente la tradición de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. A lo largo de su campaña, Trump ha insultado y vilipendiado a la prensa y se ha referido a periodistas individuales como deshonestos y de mala calidad. Se ha negado a condenar los ataques llevados a cabo por sus seguidores. Sistemáticamente hanegado otorgar credenciales de prensa a los medios que lo han cubierto de forma crítica, incluyendo TheWashington Post, BuzzFeed, Politico, The Huffington Post, The Daily Beast, Univision y Des Moines Register. En su último arrebato, Trump amenazó con demandar a The New York Times después que ese diario publicara las afirmaciones de dos mujeres que dijeron que Trump las había manoseado.
Trump ha hecho vagas propuestas continuamente para restringir la libertad de prensa e internet,declarando que, de ser elegido presidente, “abriría nuestras leyes de difamación de tal forma que cuando escriban artículos negativos, horribles y falsos a propósito, podríamos demandarlos y ganar un montón de dinero”. Como presidente, Trump no tendría autoridad constitucional para cambiar las leyes de difamación de Estados Unidos. Pero él tiene la clara intención de crear problemas para los medios de comunicación y sin duda, encontraría una manera de hacerlo.
La segunda forma en que EEUU ejerce influencia es hablando cuando se violan los derechos de los periodistas en todo el mundo. Trump ha indicado que no tiene ninguna inclinación de hacerlo. Cuando Joe Scarborough, de MSNBC, le preguntó en diciembre si su admiración por Vladimir Putin disminuyó un poco ante la reciente historia de asesinatos de periodistas en Rusia, Trump respondió: “El está mandando en su país, y por lo menos él es un líder, a diferencia de lo que tenemos en este país… Bueno, creo que nuestro país también mata a muchos”.
Una de las maneras en que grupos de libertad de prensa como el CPJ realizan sus actividades de defensa es urgir al gobierno de Estados Unidos para que ejerza su influencia de manera apropiada, destacando las más graves violaciones de libertad de prensa de todo el mundo y pidiéndole al país tomar medidas. Durante la administración de Obama han surgido problemas, ya que como se ha señalado en el informe del CPJ 2013 “La Administración Obama y la prensa”, el récord de Estados Unidos en esta materia está sobrecargado e incluye la persecución agresiva de personas que filtran divulgaciones a la prensa y en general una falta de transparencia. A juzgar por la forma en que Hillary Clinton ha manejado la cobertura de los medios de comunicación durante su campaña, este tipo de problemas continuaría e incluso podría empeorar bajo su presidencia.
Sin embargo, la administración de Obama ha defendido la libertad de prensa, aunque sea de forma selectiva, hablando acerca de los derechos de los periodistas en lugares como Vietnam, Rusia, Venezuela, Ecuador, y en ocasiones Turquía, donde el vicepresidente Biden se reunió con la esposa del, en ese entonces, periodista preso Can Dundar durante una visita en enero (el récord de Estados Unidos en China y Egipto es menos convincente). EEUU tiene un consistentemente sólido historial de defensa de los valores de la libertad de expresión en los foros internacionales, en particular la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), una agencia de la ONU relativamente oscura, que a China le encantaría utilizar para controlar la internet global. Bajo la presidencia de Trump, esta influencia crítica desaparecería.
En muchos países de todo el mundo, desde Rusia hasta Turquía, los autócratas electos representan un enorme desafío para la libertad de prensa. A estos líderes yo los llamo democratators (‘democratadores’), porque han utilizado la autoridad ganada en las urnas para socavar y debilitar las instituciones que limitan su poder, incluyendo la prensa. Si Trump fuera elegido presidente, él probablemente se convertiría en el primer democratator de Estados Unidos. A pesar de que ahora parece probable que pierda, la campaña de Trump ya ha tenido una influencia negativa, como sabe cualquiera que haya visto la noche del debate desde Teherán