Héctor De Mauleón
Pasó una vez. Fue el 22 de septiembre de 2010. Una camioneta negra, con varios Zetas a bordo, se acercó a un grupo de jóvenes que consumían cerveza, marihuana y cocaína en una esquina de Cancún. Los jóvenes eran miembros de una banda conocida como Los Sureños. Todos tenían algún tipo de antecedente penal. Los Zetas les propusieron un “jale”. Ir a quemar un Oxxo y de paso agarrar todo lo que pudieran. Les pagarían dos mil pesos.
Los jóvenes subieron a la camioneta. Pero en el camino, los sicarios mudaron de opinión. La camioneta se dirigió hacia un bar llamado Castillo del Mar. “Aquí va a ser el jale”, les dijeron. En la parte trasera del vehículo había cuatro botellas con gasolina. Los jóvenes recibieron esta orden: “Las avientan y se pelan”. Esa noche murieron entre las llamas ocho personas entre las cuales había dos mujeres embarazadas. Se trataba de escarmentar al dueño del negocio, que se había negado a pagar la extorsión y además había denunciado al sujeto encargado de cobrarla. Los jóvenes cayeron en operativos diversos. Se les condenó a 46 años de cárcel.
La mayor parte de ellos escapó, sin embargo, el año pasado, una noche en la que sometieron a golpes y luego esposaron a un guardia. Los miembros de la banda, dirigidos por Víctor Reynaldo Mora, El Chupón, y Jesús Laureano Cortés, El Chicanito, solo tuvieron que salir al patio, brincar la barda y huir en el taxi que los esperaba. Sucedió otra vez, a mediados de marzo de 2013. Un grupo de sicarios ingresó en el bar La Sirenita con intenciones de matar al subsecretario de Conflictos del Sindicato de Taxistas Andrés Quintana Roo, Francisco Achach Castro.
La razón: “le debía dinero al Apá” (el líder de una célula de Los Zetas). Según la investigación, al frente del grupo encargado de la ejecución iba un sujeto llamado Roger Gabriel Alfaro, al que apodaban El Humo. El Humo había participado ya en varios homicidios. A pesar de su experiencia, esa noche “se alocó” y disparó su Ak47 contra la multitud. Siete personas murieron.
El día que lo presentaron ante los medios, El Humo declaró que aquella ejecución “estuvo mejor que Rambo”, lo que hizo estallar en carcajadas a los cómplices que lo habían acompañado a La Sirenita. Volvió a suceder a principios de octubre de 2016. La misma noche y a la misma hora fueron atacados dos bares de Cancún. En uno de ellos, La Oficina, dos personas murieron y dos más resultaron heridas. En el otro, La Xtabay, las ráfagas de metralleta cortaron la vida de un vendedor de chicles.
Transcurrió un mes y otras personas fueron asesinadas. Ahora, en el bar Mandala. Vinieron entonces los sucesos del Blue Parrot, en Playa del Carmen, un destino turístico en donde el narcomenudeo se halla dominado por Los Sureños. Ahí, como se sabe, una balacera ocurrida este domingo dejó un saldo de cinco muertos y 15 heridos —muchos de ellos extranjeros. En 2013 reportes oficiales indicaron que las incursiones del Cártel del Golfo habían desterrado a Los Zetas de Quintana Roo.
Según los informes, en el estado crecía el dominio del Cártel del Golfo, y de una pandilla aliada, Los Pelones. En agosto de 2014 murió en una emboscada, en la que se dispararon un centenar de cartuchos, el líder de Los Zetas en Playa del Carmen, Guillermo Aparicio Lara, El Willy. Controlaba desde hacía un lustro el narcomenudeo en el municipio de Solidaridad, al que pertenece Playa del Carmen. A partir de entonces se reportaron ejecuciones y desapariciones de Zetas “que no quisieron alinearse” con los grupos dominantes.
Desde la década de los 90 no se había visto crecer de manera tan señalada el narcotráfico en Quintana Roo como sucedió durante la gestión de Roberto Borge. Si uno revisa la prensa local encontrará reportes de grupos y jefes criminales moviéndose, matando y corrompiendo en todos los municipios del estado. Encontrará también que los Zetas nunca se fueron de Quintana Roo y que sus células siguen actuando en Cancún, Playa del Carmen y Mahahual.
Puede ser que un simple conflicto entre dos personas haya provocado la balacera del Blue Parrot. Pero en todos los casos, los ataques ocurridos en bares del estado se han dado por las mismas razones: venta de protección, “derecho de piso”, ajuste de cuentas y narcomenudeo. El Blue Parrot es un buen pretexto para voltear a ver Quintana Roo.