La muerte se ha instalado en el estado de Utah. Una epidemia inesperada ha comenzado a pasearse por los hogares de sus ciudadanos. Una enfermedad silenciosa que se cobra una vida al día, todos los días.
Personas que no fuman, no beben y no se drogan caen como moscas. Personas que desde hace años siguen los estrictos preceptos de los mormones y llevan una vida llena de normas morales inquebrantables han resultado ser los más vulnerables a una adicción cada vez más creciente.
Maline tomó potentes opiáceo para el dolor durante 15 años, todos legales, todos prescritos por su médico, hasta que un día, a los 38 años murió de sobredosis
Maline Hairup fue una de sus víctimas. Era una mormona devota, no tomaba drogas, ni siquiera bebía café. Sin embargo, fue adicta durante durante casi toda su vida adulta sin saberlo. Adicta a las medicinas que le había recetado su médico. Analgésicos opiáceos que Malines tomaba entre oración y oración cada día, religiosamente, con la convicción de que era lo correcto.
Maline tomó potentes opiáceos para el dolor durante 15 años, todos legales, todos prescritos por su médico, hasta que un día, a los 38 años murió de sobredosis. «Mi hermana consiguió un poco de heroína para el dolor porque las pastillas ya no le hacían nada. Solo la usó una vez y murió», declara su hermana Mindy Vincent.
Pero el caso de Maline está muy lejos de ser aislado. En 2014, un tercio de los adultos de Utah tenían una receta para adquirir analgésicos opiáceos, sobre todo uno en concreto, llamado OxyContin. De ese tercio de adultos, el 65% eran miembros mormones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos.
En 2014, un tercio de los adultos de Utah tenían una receta para adquirir analgésicos opiáceos. De esos, el 65% eran miembros mormones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos
«Tenemos una catástrofe ahora en Utah con la sobredosis de opiáceos», asegura Dan Snarr, miembro de la iglesia cuyo hijo, Denver, también murió a los 25 años por una sobredosis de analgésicos.
Las estadísticas oficiales revelan que desde 2000, las muertes por sobredosis de medicamentos en Utah han aumentado en un escandaloso 400%.
Muchas de las personas que acaban enganchadas a las pastillas son pacientes que habían sufrido alguna lesión deportiva, un accidente de trabajo o una enfermedad crónica como dolores de espalda o de cabeza. Con el tiempo, sus prescripciones se hacen endémicas, sus síntomas se agravan y sus adicciones crecen sin control.
Desde 2000, las muertes por sobredosis de medicamentos en Utah han aumentado en un escandaloso 400%
Maline Hairup murió de sobredosis a los 38 años después de haber tomado durante 15 opiáceos.
Los pacientes rara vez son conscientes de lo que está pasando. El médico prescribe, ellos cumplen sus mandamientos. Pero, lo que hay detrás de la adicción no es en realidad una familia desestructurada o un trauma incurable. Lo que hay detrás es una poderosa compañía farmacéutica más preocupada por sus ingresos que por la salud.
Cuando OxyContin llegó a los mercados en la década de los 90, su fabricante Purdue Pharma, lo comenzó a comercializar agresivamente bajo la promesa de que era un poderosos analgésico con muy poco riesgo de adicción. En 5 años, la compañía ya había vendido pastillas por valor de más de 1.000 millones de dólares.
Muchas de las personas que acaban enganchadas a las pastillas son pacientes que habían sufrido alguna lesión deportiva, un accidente de trabajo o dolores crónicos de espalda o cabeza. Con el tiempo, sus prescripciones se hacen endémicas, sus síntomas se agravan y sus adicciones crecen sin control
La promesa de la nula adicción fue completamente falsa. Algunos pacientes se engancharon con una rapidez pasmosa y llegaron a consumir las pastillas molidas para que su efecto fuera aún más intenso. Purdue fue penalizada por un tribunal federal a pagar 634 millones de dólares en 2007 por tergiversar el poder adictivo de la droga.
OxyContin, sin embargo, sigue vendiéndose.
Dan Starr con la foto de su hijo Denver que murió a los 25 de una sobredosis de analgésicos.
Josh, al igual que Maline y Denver, murió a los 25 por culpa de los opioides. Un médico le recetó metadona y OxyContin después de que se lesionara la espalda en el trabajo. «Esa droga simplemente se agarró a él. Durante los dos años y medio siguientes sufrió cinco sobredosis diferentes», relata su madre Sandra Kresser.
Con el tiempo Josh sumó a los analgésicos la heroína y la cocaína. No obstante, fue un cóctel de analgésicos, un medicamento contra la ansiedad y un relajante muscular lo que acabó con su vida. Todas esas medicinas habían sido prescritas por un médico.
Para los adictos es pasmosamente fácil conseguir una prescripción médica. Incluso de varios profesionales a la vez. Solo tienen que ir y quejarse del dolor, que por otra parte es real. No hay nadie en el mundo capaz de dudar de que el dolor que dicen sentir no lo sienten de verdad. Los médicos no tienen alternativa.
Una vez que empiezan con el tratamiento de opiáceos, los pacientes tampoco.
Josh, al igual que Maline y Denver, murió a los 25 por culpa de los opioides. (PlayGround)