El flujo de inmigrantes indocumentados deportados de Estados Unidos, provenientes de México y Centroamérica siembra precedentes para una crisis humanitaria que recuerda a lo que millones de desplazados viven en otras partes del mundo, y que obliga a México a voltear a ver hacia el sur y mirarse en el espejo de la emergencia.
“En el mundo, no sólo en Estados Unidos, hay una tendencia al cierre de fronteras que se recrudece con la llegada de Trump”, dice Irazú Gómez, coordinadora de vinculación de la asociación de ayuda a refugiados Sin Fronteras. Ante un escenario mundial cada vez más complejo, “México debe establecer una postura migratoria que no puede estar en la misma lógica que Estados Unidos, tiene que haber congruencia entre lo que pedimos allá y lo que hacemos aquí”.
Los 5.5 millones de mexicanos indocumentados en Estados Unidos son potencialmente deportables, al igual los migrantes de cualquier nacionalidad que no ostenten papeles, y el gobierno estadounidense ya ha amenazado con deportar a México a cualquier persona indocumentada, sea de la nacionalidad que sea.
Si bien la Secretaría de Relaciones Exteriores ha respondido que México no aceptará a deportados que no sean mexicanos, los expertos ya tienen un nombre para las consecuencias de las deportaciones masivas: la crisis de retorno.
Arturo Rodríguez, abogado especialista en migración con sede en El Paso, Texas, asegura que en las décadas que lleva ejerciendo en Estados Unidos, “por primera vez estoy viendo redadas. Los oficiales del ICE (agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, por sus siglas en inglés) están yendo a las escuelas, a las casas, a las iglesias…están como perros. Las detenciones las realizan oficiales con poca capacitación y con criterios racistas. Si eres güerito puede que tengas suerte, pero con los morenos, latinos o musulmanes, jalan parejo”.
Aunque tradicionalmente México se ha pensado a sí mismo como un país expulsor de migrantes, o como un país de tránsito para la gente que quiere llegar a Estados Unidos, “la realidad es que desde hace tiempo se ha convertido en un país receptor”, dice Irazú Gómez.
Para la especialista, el gobierno mexicano no está abordando esta situación con un enfoque integral. “Se está concentrando en los deportados mexicanos, sin tomar en cuenta a los asilados, los refugiados y los migrantes irregulares”. Todos ellos llegan al país en una situación de gran vulnerabilidad por no contar con recursos ni con documentos.
De acuerdo con Sin Fronteras, las solicitudes de asilo a México se han multiplicado. En 2015 fueron 3,400; en 2015 subieron a 9 mil y para 2017 las organizaciones de la sociedad civil como Sin Fronteras estiman que serán 20 mil. De los solicitantes, el 90 por ciento provienen de Honduras, Guatemala y El Salvador. (Sin Embargo)