(Cronica).- Los cineastas fueron denominados como la nueva ola de la cinematografía nacional comparando sus logros con la innovación de la Nouvelle Vague, Crónica analiza esa definición
Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro hacen un cine de una calidad incuestionable y jamás dejarán de ser mexicanos, pero en la actualidad no representan la verdadera revolución del cine nacional. Los tres cineastas fueron protagonistas de la más reciente edición del Festival de Cine de Cannes y le dieron la vuelta al mundo con una icónica fotografía en la cual aparecen acompañados de los actores Diego Luna, Gael García Bernal y Salma Hayek, más tarde a ellos se unió Michel Franco.
La fotografía le dio la vuelta al mundo y, en México, arrojó una serie de comentarios que van desde el orgullo de ver al grupo de talentosos mexicanos hasta aquellos despectivos que afirman que ellos ya no representan al cine nacional, porque la mayoría de su filmografía está trabajada en Hollywood. Crónica hace un análisis sobre sí es verdad que ellos son parte del cine mexicano y sobre si es descabellado pensar que el presente del cine nacional es correctamente comparado con la Nueva Ola Francesa, partiendo de la importancia de porque es necesario establecer un canon.
“Por una parte cultural, las mejores películas capturan siempre su tiempo, son un registro de la memoria de la humanidad, y son películas que van haciendo que progrese la forma en que se hacen las películas, por estilo y lenguaje cinematográfico. Como en la poesía y en la literatura como T. S. Elliot que lee literatura anterior a él y a partir de ahí, junto con otros escritores angloamericanos hacen una poesía que se rebela contra las anteriores y gracias a eso tenemos el verso libre. En el caso del cine, es importante de que se esté consciente de la tradición cinematográfica, para que ellos la tomen como trampolín y se lancen hacia adelante y busquen hacer algo que no se ha hecho”, explicó el crítico cinematográfico Alonso Díaz de la Vega, en entrevista con Crónica.
Los tres amigos. A principios de los 90, Alfonso Cuarón estrenó su ópera prima Sólo con tu pareja (1991), escrita por su hermano Carlos. Aprovecharon el Mundial de Futbol Italia 90 y una decepción amorosa para darle fin a esta cinta protagonizada por Daniel Giménez Cacho, sobre el sida. Por su parte, Guillermo del Toro comenzó a trabajar en 1992 en su primer filme, bajo el nombre de La invención de Cronos, primera colaboración con dos de sus actores fetiche: Federico Luppi y Ron Perlman. Más tarde, en el año 2000, Alejandro González Iñárritu estrenó Amores perros que le dio proyección internacional.
Los tres cineastas después de su debut se fueron a filmar a Estados Unidos, solo Alfonso Cuarón regresó para filmar Y tu mamá también (2002) que se estrenó con éxito en el festival de Venecia, en donde los actores Gael García Bernal y Diego Luna ganaron un premio que impulsó su carrera hacia la internacionalización. Sus historias formaron parte de una visión renovada del cine mexicano que volvió a conectar en los años 90 con su público, y encabezaron a una generación de talentos que también probó suerte en el cine estadunidense como Luis Mandoki o Alfonso Arau.
“Ellos sí son mexicanos, se criaron acá y acá crecieron pero son cineastas que encontraron su cúspide en Hollywood. Muchas de sus películas se incluyen más en el canon del cine estadunidense, más que del mexicano. Ellos comienzan con grandes contribuciones al cine mexicano pero se exilian, quizás no podemos hablar de ellos porque sí son mexicanos, pero su obra pertenece a otro cine que no es de aquí”, explicó Díaz de la Vega, quien también reconoció el valor de esos primeros trabajos hechos en México.
“Ellos son muy talentosos y tuvieron impacto internacional, pero Del Toro no es el primero en hacer cine de horror en México (…) Amores perros es un melodrama urbano que captura la cultura urbana de los años en que salió, que se dirige a muchos sentidos sociales y recupera un poco la visión de Roberto Gavaldón de viajar dentro de la ciudad y mostrarla con un tono un tanto noir. Babel tiene una locación y un personaje mexicano pero es una película que no quiere inscribirse dentro de un canon mexicano.
“Cuarón hizo dos películas y va por la tercera. Solo con tu pareja y la de Y tu mamá también que también es importante porque captura la experiencia de lo que es ser mexicano, a través de una road movie, en la que se viaja a través del paisaje nacional y se descubre la identidad nacional”, añadió, pero también destacó que esas cuatro películas parecen no bastar para hablar de que son ellos los que representan el buen momento del cine mexicano.
Otros analistas y críticos, como Irving Torres, explican que de hecho, desde sus primeros filmes los tres amigos no representaban del todo la identidad nacional: “Creo que Cuarón es el único que ha hecho realmente cine mexicano. Son una generación de cineastas, que si bien, se formaron en escuelas de cine en México, hacen cine gringo. Sus intereses no tienen que ver con realidades de México. No representan la identidad del cine mexicano pero sí el sueño de casi todo cineasta que nace aquí”, comentó.
Por su parte, Saúl Arellano Montoro destaca que además de las cuestiones creativas hace falta entender los propósitos por los que se fueron a filmar a Estados Unidos, pues en los años 90 el cine mexicano también sufrió con el descalabro económico del país en 1994, y las condiciones con las que se produce desde entonces el cine en México:
“Ellos, además de ser artistas, también son hombres de negocios, y eso no hay que ignorarlo. Negarlo sería muy inocente. No solo se fueron por la libertad de realización, cuando probaron las mieles del éxito ya no les es tan fácil venir para acá porque la industria mexicana no está tan fuerte y sólida económicamente porque el mismo país no lo permite. Que se hayan ido para allá es entendible”, comentó.
“El caso de Guillermo del Toro y El espinazo del diablo, nos debería dar vergüenza, que lo haya hecho con temática de la Guerra Civil española, en lugar de la Revolución Mexicana como originalmente se tenía pensada. Es un ejemplo para que no siga habiendo una fuga de cerebros. A la industria mexicana debería de hacer reflexionar porque aquí no hay esas herramientas ni economía para que se haga el cine que ellos hacen”, añadió.
Fueron ellos la generación predecesora de la que hoy en día brilla en los festivales de cine más importantes del mundo pero a la cual parecen no pertenecer ahora si se contempla su filmografía completa: “Ellos abrieron la puerta para que muchos directores y talento emigraran para Hollywood. Es muy importante lo que ellos hicieron porque el mundo se volvió a fijar en México y en lo que pasaba en cuestión de cine, que si bien estábamos estancados en temáticas sí había una camada de jóvenes que podía crear nuevas propuestas”, dijo Irving Torres.
No es la Nouvelle Vague. La prensa internacional se refiere a ellos como la Nueva Ola Mexicana, comparándola con la Nouvelle Vague de Francia. Sin embargo, parece una expresión desproporcionada si comparamos lo que el movimiento francés hizo a partir de los últimos años de los 50.
El movimiento tomó de los textos de André Bazan, fundador de la aclamada revista y vital Cahiers du Cinema, la necesidad de retratar la realidad de un modo verosímil en cuanto al desarrollo de los sucesos de los personajes, que buscan eliminar el artificio o las técnicas manipuladoras de los argumentos. François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Éric Rohmer, Claude Chabrol y Jean Pierre Melville fueron algunos de los cineastas que encabezaron este movimiento cinematográfico.
“La nueva ola del cine francés y también el nuevo cine alemán son tendencias que aparecen no de forma espontánea como la que llamaron nueva ola del cine mexicano. Ellos estaban regidos por una serie de principios, incluso de textos como el manifiesto Oberhausen y en Francia los artículos en Cahiers du Cinema, estos son movimientos que se generan de una manera consciente”, dijo Alonso Díaz de la Vega.
“Hay una crítica al cine establecido hasta que ellos llegaron y ellos decidieron hacer películas que responden a eso con una propuesta intelectual muy distinta de la de los mexicanos. Su movimiento captura la esencia de una sociedad (…) En los mexicanos no veo eso, ellos son buenos cineastas, con películas brillantes, pero ellos no son un grupo de intelectuales que dicen que se necesita un cine que represente a la sociedad mexicana o que cambie la forma del cine”, agregó.
Con él coincide Saúl Arellano y cuestiona si la prensa internacional está consciente de que hay un cine mexicano más allá del que dirigen Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu: “Es bueno guardar distancias porque la Nouvelle Vague se generó en Francia con directores franceses, no con directores franceses en Estados Unidos. El hablar de un movimiento en México porque ellos pasaron en la alfombra roja, creo que es una mala comparación, pero si lo dicen por lo que está sucediendo en México puede ser que sí haya un movimiento importante”, comentó.
Hecho en México. Tras la partida de González Iñárritu a Estados Unidos y el regreso a este país de Alfonso Cuarón, en donde comenzaron a forjar una historia de éxito, en México surgió un par de generaciones que comenzaron a brillar con luz propia en los festivales de cine más importantes del mundo como Cannes, Venecia y Berlín. Cineastas como Amat Escalante, Carlos Reygadas, Fernando Eimcke y más recientemente Alonso Ruizpalacios, Michel Franco y Tatiana Huezo, por solo mencionar a algunos, son aquellos que han tenido éxito sin los reflectores de los tres amigos.
“Sí es cuestionable que ellos sean la cara de una generación que hace cine mexicano, porque hay otros que han hecho su carrera en México (…) Los Oscar son un fenómeno muy mediático y se les da una importancia desproporcionada. A final de cuentas no es un premio que se dé tanto por calidad sino por tendencias de ideología política, es un evento que refleja los intereses de la sociedad estadunidense”, enfatizó Alonso Díaz de la Vega.
“No se les pone atención porque son difíciles. Tienen una propuesta estética mucho más complicada que la de los mexicanos que hacen cine en Hollywood. Si queremos cuidar y reconocer a los cineastas que están haciendo más por nuestro cine, hay que buscar la forma de crear mejores espectadores. La gente no está preparada para ver esas propuestas porque entonces tenemos casos como el de Carlos Mota que dice que Heli es una traición a la patria, cuando hay dos generaciones de directores que están convirtiendo al cine mexicano en una de las cinematografías más interesantes del mundo”, añadió.
Más allá de los problemas que atraviese el cine nacional en cuestión de distribución y exhibición, es innegable que se vive un momento importante en la historia, “por primera vez se hace un cine diverso de calidad. Los directores se permiten explorar otros géneros y es una visión que va más allá de conformarse con hacer una comedia burda o un cine social”, comentó Irving Torres.
“No me atrevería a llamarlo un movimiento, pero sí hay una creatividad impresionante y sí se está poniendo al nivel, e incluso como el futuro del cine. Lo que habíamos visto del cine mexicano desde el taquillazo de Allá en el rancho grande (1936), hasta los 90, era un cine que estaba detrás del resto del mundo, no había un nivel de innovación como en la cinematografía francesa, estadunidense o italiana, sino que es un cine convencional y popular, que de hecho sobrevive en las películas de Eugenio Derbez, Karla Souza y Martha Higareda. Pero por el otro lado hay una generación que ve hacia el futuro y eso está atrayendo la atención a México”, destacó Alonso Díaz de la Vega.
Cineastas universales. Finalmente, también es necesario destacar que Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro son brillantes cineastas que han encontrado en Estados Unidos (y a veces en España) el lugar ideal para producir sus filmes, y aunque en ellas pueda haber referencias o guiños a la cultura mexicana, su discurso pertenece a una cultura estadunidense en busca de la universalidad.
“En las películas que han hecho en Estados Unidos hay pequeños chispazos, pero eso lo hace cualquiera. Hay guiños como la de Hellboy cuando se emborracha con Tecate Light, pero no va más allá. Al final Hollywood es una aldea global. Ellos ya pertenecen a Hollywood, y eso no es malo. Quizás sus películas no representan el cine mexicano pero sí al cineasta mexicano que puede decir algo fuera de las fronteras”, concluyó Saúl Arellano Montoro.
“La universalidad es un mérito que ha explotado bien Iñárritu, porque si bien Bidman y El renacido, por decir algunas, son películas que tienen la espectacularidad estadunidense, no hablan propiamente de la sociedad estadunidense, ni tampoco mexicana, ni europea, pero sí se pueden entender en cualquier parte del mundo”, hizo una última reflexión en su turno Irving Torres.
Los directores mexicanos pertenecen a la continuidad del fenómeno de globalización concentrada en Hollywood que se dio en el nuevo milenio. Cineastas japoneses, franceses, coreanos, británicos, taiwaneses, haciendo cine estadunidense es el momento en el que viven nuestros compatriotas. Pero ellos pertenecen a una evolución del cine estadunidense y ya no al mexicano.
“No se trata de decir que es bueno o malo, no es de alegrarse o enojarse porque a ellos les va bien. Esto es un intento de definir al cine mexicano a partir de la aparición de ellos. No es un debate de moral ni de calidad, sino donde incluimos las películas de ellos tres. Es opinión y no es la única ni definitiva, no se trata de discutirlo desde la pasión y las visiones nacionalistas porque haya una desesperación por tener héroes mexicanos. No se trata de ignorarlos tampoco, pero sí ubicarlos en una definición de identidad”, terminó Alonso Díaz de la Vega.