La fuga de lujo de Roberto Borge

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(El (Universal- Héctor de Maleón).- “#PGRInforma Hemos detenido a Roberto Borge con el apoyo de #Panamá e #Interpol, justo antes de que abordara un vuelo a #París”, informó la Procuraduría General de la República en su cuenta de Twitter. Eran las 00:04 del pasado 5 de junio.

El ex gobernador priísta de Quintana Roo había llegado once días atrás a Panamá. Su destino fue el Trump Ocean Club International Hotel&Tower, en donde se encuentran los departamentos más caros del país. El político pagaba once mil pesos por noche.

En una de las terrazas del hotel hay cinco piscinas exteriores con vista a la Bahía de Panamá. Hay gimnasio, restaurantes de lujo, muelle privado.

Pero Borge pasaba el día en la suite, pedía los alimentos a su habitación y solo se atrevía a salir por las noches. A una hora determinada solicitaba el servicio de taxis Uber y se dirigía al casco viejo de Panamá. Frecuentaba restaurantes libaneses: El Dubai era uno de sus favoritos.

Luego recorría la zona de bares y antros. Regresaba al hotel con algunos tragos encima y visitaba el casino, poblado a esas horas de mujeres dispuestas a ganarse una buena cantidad de dólares. Al ex gobernador se le vio interactuar con mujeres rubias. A pesar de que en el día procuraba mantener un perfil discreto, Borge salía algunas veces a hacer compras a los supermercados, en especial el Super 99, donde adquiría objetos destinados a su aseo personal: desodorantes, jabones, pasta de dientes, shampoo. De esa manera pasó sus últimos días de libertad. El 3 de junio se publicó que un juez había ordenado la aprehensión del ex mandatario.

Borges era buscado por desvío de recursos y lavado de dinero. Entre otras cosas se le acusa de adquirir terrenos del estado a precios subvaluados, por medio de una red de prestanombres. El valor de estos predios es de unos 5 mil millones de pesos, según establecieron peritos de la PGR. Borges habría pagado, sin embargo, solo el 6% de su valor. Con la orden de aprehensión terminaron las expediciones nocturnas al casco viejo y también la diversión en el casino de la Torre Trump.

El ex gobernador dejó de salir de su departamento. “Cuando más, bajaba unos minutos al lobby”, relata uno de los agentes de la Agencia de Investigación Criminal Interpol que tomó parte en su captura. La Interpol observaba el departamento de Borge desde una torre contigua. “Lo teníamos en línea de vista”, recuerda el agente. Sin embargo, desde que la orden se hizo mediática, Borge corrió las cortinas e incluso dejó de encender la luz. Permaneció de ese modo casi dos días completos.

El 4 de junio bajó al lobby. Estuvo ahí unos minutos. Según la descripción de un agente, “se secaba las palmas de las manos en el pantalón, se mesaba el cabello, se frotaba la frente”. Estaba hecho un manojo de nervios. Ahí le tomaron esta foto: Antes de recalar en Panamá, el ex gobernador había estado en Miami, Florida, y en la isla de Cuba.

En todos los casos, uno de sus colaboradores más cercanos había viajado primero a estos destinos. El colaborador conseguía una suite de lujo y la dejaba pagada hasta por seis meses. Borge pasaba un tiempo ahí y luego se movía. Esta vez no iba a ser distinto. El ex gobernador había reservado un vuelo a París. Su plan era trasladarse por tierra a Barcelona, en donde el colaborador había rentado un departamento de lujo. Al caer la tarde una camioneta fue a recogerlo.

Borge salió del hotel casi corriendo. Los agentes le dieron seguimiento durante hora y media. Su chofer se movía rápido, se saltaba los altos, daba vueltas varias veces en la misma glorieta, intentaba asegurarse de que no lo siguieran. Al fin, se animó a dirigirse al aeropuerto. Probablemente apostaba a que aún no le hubiesen girado una ficha roja.

El vuelo 0475 de Air France estaba a punto de despegar. Borge pasó los controles del aeropuerto. No documentó equipaje. Llevaba solo una maleta con algunos libros, un par de gorras y unos zapatos de Salvatore Ferragamo. Cuando le sellaron el pasaporte se activó la alerta. Un agente de migración lo abordó en la sala de espera. —¿Me da su nombre? —Roberto Borge. —Acompáñeme, por favor. —¿Por qué? —preguntó. Tenía el rostro demudado. Su fuga de lujo había terminado. Se puso en pie y caminó. Sus ojos, dicen, se habían vuelto vacíos.

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