Aunque los detalles no hayan sido aclarados, como en tantos miles de incidentes violentos en el país, hay indicios de que Gonzalo Rivas Cámara perdió la vida en un acto heroico: el de arriesgarla para apagar una bomba de gasolina en llamas. Sin duda, su gesto merece un reconocimiento especial.
Esto ocurrió el 12 de diciembre de 2011. Una protesta de estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, que bloquearon un punto estratégico de la Autopista del Sol en Chilpancingo, fue reprimida a balazos por unidades de las policías Estatal de Guerrero y Federal, que mataron a dos jóvenes y posteriormente torturaron a 24 más, como fue certificado por la CNDH.
En un momento de la refriega, algunas personas le prendieron fuego a una de las máquinas expendedoras de gasolina. No se sabe quiénes fueron: Héctor Aguilar Camín, director de Nexos, asegura -sin explicar cómo lo sabe- que los empleados de la gasolinera se negaron a darles gasolina a los estudiantes, éstos fueron a otra estación a conseguirla y luego “los normalistas (…) volvieron a la gasolinera de Rivas, con una garrafa llena, para darle un escarmiento . Rociaron una de las bombas de la gasolinera y pusieron la garrafa con los restos de gasolina encima. Luego echaron un cerillo al suelo y salieron corriendo”. En Ayotzinapa rechazan esta versión. El abogado de los familiares de los 43 desaparecidos, Vidulfo Rosales, dice que “esto es una situación política, no hay ninguna responsabilidad de parte de los normalistas, porque se encontraban a 70, 100 metros de donde se intenta prender fuego a la gasolinera”.
Lo único que se conoce con certidumbre es que había la amenaza de una explosión. Gonzalo Rivas se lanzó a apagar el fuego con un extinguidor, pero el estallido le provocó quemaduras que, tras una lucha de 20 días, terminaron por matarlo.
Obviamente, no se sabe cuál sería la postura de Gonzalo Rivas ante la desaparición forzada de los 43 estudiantes, si no hubiera ocurrido este incidente y siguiera vivo. Podría haber simpatizado con ellos o no.
El grupo de la revista Nexos, sin embargo, apoyándose en aliados tradicionales como el Grupo Milenio, y contando con la simpatía expresa de Pablo Escudero, un miembro del PVEM que ahora es presidente del Senado gracias a los votos del PRI, ha lanzado una campaña para que esa cámara legislativa le conceda a Gonzalo Rivas la Medalla Belisario Domínguez, la distinción oficial más alta para civiles. Para sustentarla, resignifican y transfiguran la trágica muerte de Gonzalo Rivas mediante la exageración, la falsificación y la criminalización colectiva.
JUGAR CON LA MUERTE DEL HÉROE
Probablemente, premiar a Gonzalo Rivas podría ser una forma de reconocer el valor de miles de mexicanos que también han entregado las vidas en actos heroicos, en estos tiempos de violencia criminal y violencia gubernamental contra ciudadanos pacíficos. Sería necesario, no obstante, hacer un trabajo cuidadoso para revisar por qué es conveniente concentrar este reconocimiento en Gonzalo Rivas y no en otras personas en las que él mismo podría ser representado.
Por ejemplo, en Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava, dos de los estudiantes que estaban en Ayotzinapa cuando llegaron las llamadas de auxilio de los que eran atacados en Iguala el 26 de septiembre de 2014, y que salieron a defenderlos. Sabían que había disparos y que al menos uno de sus compañeros había caído muerto (después se supo que estaba vivo pero en estado vegetal). Como Gonzalo Rivas, arriesgaron sus vidas para proteger las de otros, a pesar de que podían haber escogido permanecer en lugar seguro. Y como Gonzalo, Daniel y Julio César murieron en el intento: dos cruces en la esquina de Álvarez con Periférico recuerdan el sitio donde quedaron tendidos sus cuerpos.
¿Cuántos otras historias de mexicanos heroicos merecerían ser consideradas para esta medalla? Sería necesario un profundo estudio, porque en medio de la tragedia nacional, los casos abundan y en su mayoría no son bien conocidos.
Nexos, sin embargo, no desea premiar a cualquier mexicano muerto en un acto heroico. No quiere, sin duda, a Daniel y a Julio César.
El artículo de Aguilar Camín se titula, reveladoramente, “Gonzalo Rivas, la otra víctima de Ayotzinapa”.
Nexos quiere a Gonzalo porque, como se ve en la manera en que resignifican y transfiguran el caso, su tragedia sirve para fabricar la figura de un héroe anti-Ayotzinapa.
Porque pueden jugar con su muerte y convertirla en un asesinato.
Y porque pueden señalar a los normalistas como culpables colectivos del asesinato de un héroe.
A pesar de que jamás se realizó una investigación que estableciera con certeza quiénes le prendieron fuego a la bomba: pudieron haber sido normalistas como pudieron haber sido provocadores u otro tipo de figuras;
A pesar de que el crimen de uno, o de dos, o de tres, sería de los que intervinieron directamente, no de sus 500 compañeros;
Quinientos, por cierto, que ya no estudian en Ayotzinapa: la generación más joven de ese momento egresó en 2015. Los de hoy conocen el incidente de oídas, ninguno estuvo allí.
¿CUÁLES HÉROES MERECEN SER OLVIDADOS?
La campaña de Nexos coincidió con la muerte el 2 de octubre, aparentemente por suicidio, de un personaje polémico, conocido por la agresividad y la amargura de sus escritos: Luis González de Alba, el articulista de Nexos y de Milenio que lanzó la idea de otorgarle la Medalla a Rivas.
González de Alba aseguró, en un texto publicado en Milenio, que la explosión “habría lanzado autobuses llenos de pasajeros, autos y transportes de carga por los aires con la carpeta asfáltica y las casetas secuestradas”. Al presentar su propuesta, aseguró que las víctimas hubieran sido centenares.
Las bombas de las gasolineras de Pemex cuentan con sistemas de seguridad precisamente para impedir que un fuego en la superficie se extienda a los tanques y provoque una explosión. Ésa es precisamente la función del detector térmico y que aparece en la base de esta imagen. Si no existieran estos mecanismos, tendríamos bombazos constantes en todo el país.
imagen bomba de gasolina
González de Alba, Aguilar Camín y el subdirector de Nexos, Héctor de Mauleón, tienen problemas para explicar cómo es que Gonzalo Rivas murió pero no hubo un gran estallido: argumentan, entonces, que logró apagar el fuego pero que la garrafa de plástico con gasolina se derritió y bañó al trabajador con combustible ardiendo.
En realidad, ellos no tienen manera de saber si Rivas logró apagar el fuego. Presentan como hechos lo que en realidad es una especulación interesada. En su informe del caso, la CNDH concluye que Gonzalo Rivas sufrió quemaduras en 40% de su cuerpo “al tratar de contener el incendio” (ver párrafo 18). Similarmente, las imágenes muestran que su acto heroico no fue exitoso, el estallido se produjo y, trágicamente, el héroe Gonzalo Rivas Cámara murió en el intento.
Hubo explosión. Pero los sistemas de seguridad funcionaron y no se produjo el escenario de película de catástrofes que supuso González de Alba.
¿Con base en qué cálculos o experiencias reales concluyó que volarían autobuses y transportes de carga por los aires, y que centenares de personas morirían?
La explosión de noviembre de 1984 en San Juanico –lo más parecido en la realidad a la imaginación de González de Alba- dejó alrededor de 500 muertos. No se produjo en una gasolinera, sino en una planta de almacenamiento y distribución de gas licuado, con parques de tanques compuestos por seis grandes esferas y 48 cilindros de diferentes capacidades: en total, en ese momento, contenían 13,563 metros cúbicos de combustible. Se produjo una bola de fuego de unos 300 metros de diámetro y 500 metros de altura. El calor fue tal que sólo un 2% de los cuerpos pudo ser reconocido.
Por años, González de Alba cerró sus textos con este párrafo: “¿Y el asesinato de Gonzalo Rivas, quemado vivo por normalistas que incendiaron –con nobles fines- la gasolinera donde trabajaba?” (Con esa pregunta, también, Aguilar Camín abre y cierra su artículo, y De Mauleón la cita en el suyo.)
Ante este argumento, salta a la vista que:
-No se sabe si fueron normalistas los incendiarios.
-Un asesinato es un acto violento e intencional para arrancar una vida, no uno accidental como el de este caso.
-Quemar vivo a alguien es imponerle el suplicio del fuego a una persona incapaz de evitarlo, y nadie sometió ni empujó a Gonzalo Rivas.
-El incendio de la gasolinera no hubiera provocado los daños descritos.
Las manipulaciones realizadas por González de Alba y sus colegas, a través de la exageración, la falsificación y la criminalización, se exhiben por sí mismas.
“Un héroe de la talla de Rivas no merece ser olvidado”, concluye De Mauleón.
No, no lo merece. ¿Pero quién, cómo y por qué establece las estaturas de los héroes, para definir quiénes no merecen ser olvidados y quiénes sí?
En un país de héroes aplastados por la barbarie, ¿a cuántos han elegido no mirar los del grupo Nexos?
USAR A UNA VÍCTIMA CONTRA OTRAS VÍCTIMAS
Gonzalo Rivas sacrificó su vida por el bien común. Esto permite imaginarlo como una persona sensible ante el sufrimiento de los demás. No sería raro que, de haber vivido hasta hoy, sintiera angustia e indignación ante los crímenes de Iguala, incluso tal vez la necesidad de actuar a favor de los desaparecidos. Heroicamente.
Nexos dice querer justicia para Gonzalo Rivas. Es cierto que no la ha recibido, y no hay duda de que la merece. Pero si fueran honestos, la pedirían también para los dos estudiantes asesinados (ellos sí fueron asesinados, a sus victimarios los fotografiaron en el acto, y son agentes de policía contra quienes no se actuó) y para los 24 jóvenes que fueron torturados. Nadie ha sido condenado, ni siquiera sancionado, por estos crímenes. Que para Nexos, no tienen la misma importancia que la muerte de Gonzalo Rivas.
Han escogido hacer uso de la tragedia de una víctima para convertirlo en ariete contra otras víctimas, y contra Ayotzinapa en general, para servicio de este régimen. Manufacturan un símbolo útil para el poder, una herramienta para desacreditar una causa legítima.
La Medalla Belisario Domínguez no sirve para tanto, tendrían que saber. Si fuera así, el multimillonario Alberto Baillères, que la recibió el año pasado y que construyó una de las más grandes fortunas de México sobre las manos de miles de mineros que trabajan en sus Industrias Peñoles, sería un personaje querido por los mexicanos, y no lo es.
Les serviría, eso sí, para escribir artículos y hacer algún videohome golpeando a Ayotzinapa, criminalizando a las víctimas como lo han hecho antes al argumentar, sin pruebas y sólo con base en testimonios de detenidos torturados por la PGR, que algunos de los 43 eran delincuentes. Lo convertirán en parte de su juego sucio.
Si les importara un poco, si en verdad lo respetaran, no lo utilizarían: lo dejarían en paz.
SENDEROS
El miércoles 19, a las 19.00 horas, Edgardo Buscaglia, Homero Campa y yo presentamos mi nuevo libro “Mentira Histórica. Estado de impunidad, impunidad de Estado”, la más amplia y profunda investigación periodística sobre los crímenes de Iguala. En el Foro Gonzalo Rojas de la Feria Internacional del Libro del Zócalo.
Antes de eso, hoy, miércoles 12, proyectaremos “Mirar Morir. El Ejército en la noche de Iguala”, en el Cine Tonalá (calle Tonalá 261 entre Tlaxcala y Aguascalientes, colonia Roma), y al final daré una charla y responderé preguntas del público.
También hoy miércoles (22.00, Canal 11 TV), por primera vez, la PGR acepta debatir el caso Ayotzinapa con periodistas: Melissa del Pozo, Mario Patrón y yo cuestionamos al subprocurador Eber Betanzos, con la moderación de Ricardo Raphael.
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