Han sido miles los casos de bebés que fueron vendidos durante la época del régimen del dictador Francisco Franco, pero nunca se había reportado de alguno de esos menores hubieran terminado en México, y es así como da a conocer la historia de Ligia, una mujer que durante una discusión se entera que fue adoptada durante el período franquista y que llegó al mundo con otro nombre. Prefiere no dar muchos detalles, pero Ligia dice que todo empezó al finnal de una discusión.
Después de horas de plática, ya de madrugada, su marido le gritó: “¡Tú eres adoptada!”. Así. “Yo me quedé en shock, como que no entendí. ¿Cómo puede ser posible si nadie me ha dicho nada nunca?”. Al día siguiente, Ligia llamó a su mejor amiga. Habían ido a la escuela juntas, se conocían de toda la vida. “Nena”, le dijo, “pasa esto”. Y su amiga le contestó que sí, que era adoptada, que pensaba que ya lo sabía. “Todo el mundo lo sabía”, dice, “todo el mundo menos yo”. Después de la discusión con su marido, Ligia no fue a casa de sus padres en dos semanas. Habló por teléfono con su madre.
Le preguntó, “mamá, ¿soy adoptada?” Ella le dijo que sí y no volvieron a hablar del tema en unos cuantos días. Cuando se juntaron, ellos le preguntaron que cómo se sentía. Ella contestó: “A ver, cuéntenme”. Y entonces le contaron que después de su hermano ya no pudieron tener hijos; que viajaron a Madrid; que el Arzobispo; que el bebé. También te podría interesar: Los crueles experimentos extraterrestres de dictador rumano “Ellos hacían mucho hincapié en que ‘desde el momento en que te vimos te quisimos mucho’… Fue una reunión emotiva”. Su caso es uno entre miles. Ligia fue una de tantas niñas y niños arrebatados a sus familias en España, durante el régimen del dictador Francisco Franco. Desde el final de la Guerra Civil, a principios de la década de 1940, una red criminal amparada por el estado sustrajo supuestamente a decenas de miles de bebés y los vendió a otras familias. También los regaló.
Primero fue una forma de acabar con los vencidos en la guerra, con su estirpe. Luego se convirtió simplemente en un negocio que trascendió la vida del propio dictador. La situación de Ligia es extraordinaria, ya que hasta ahora no se había documentado un caso en México. Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España, opina que “habría que investigar si había más familias extranjeras involucradas”.
De momento, Ligia y los abogados de Amnistía han presentado una denuncia por desaparición forzada ante la fiscalía mexicana. Amparados en el derecho internacional, esperan que la justicia mexicana exija a la española que investigue su caso. «Quiero saber si soy un bebé robado del franquismo, una pequeña pieza de aquel mecanismo sistemático de sustracción. Hay una ruptura psíquica cuando siempre has creído que eras una persona y te enteras de que eres otra, el objeto de un tráfico ilegal de niños que operó con impunidad en España. Por eso no sólo quiero saber mi historia, sino buscar justicia para otras como la mía, abrir la puerta contra el encubrimiento».
Es Ligia Graciela Ceballos Franco. O quizá María Diana Ortíz Ramírez. O las dos. Porque esta mujer, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social, ha descubierto que hace 48 años nació en España con un nombre, fue separada de sus padres biológicos, entregada a una pareja de México y registrada con otro para siempre.
Ligia o Diana. O las dos. Abrazando su historia, Amnistía Internacional ha presentado una querella ante la Procuraduría General de la República (PGR) en México para que se investigue, allí y aquí, la desventura de esta ciudadana de nacionalidad tan mexicana como su acento y tan española como su sangre, «un caso que podría ser constitutivo de desaparición forzada, un crimen de derecho internacional y de lesa humanidad cometido en España durante la Guerra Civil y el franquismo». Se trata de la primera denuncia presentada en México por bebés robados en España.
Esta organización de defensa de los Derechos Humanos sostiene que el caso se enmarca en el entramado de bebés robados durante el franquismo y los primeros años de la democracia, una práctica sistemática que habría afectado a unos 30 mil recién nacidos «y cuya investigación en España nunca ha fructificado, ni se ha contemplado como crimen de derecho internacional, por lo que las víctimas se ven obligadas a buscar justicia en otros países».
Al otro lado del teléfono, horas antes de comparecer en rueda de prensa en la Ciudad de México con los responsables de Amnistía Internacional, Ligia, o Diana, cuenta que su vida empezó el 29 de mayo de 1968 en algún lugar de España… La documentación de su historia afirma que, cinco días después, el 3 de junio de 1968, un bebé fue recibido en la madrileña Maternidad de O’Donnell. La niña fue inscrita como hija de «Marta» y «Rafael», dos nombres inventados por el hospital. «Dos días después, el 5 de junio de 1968, ese bebé, o sea, yo fui bautizada en la propia Maternidad con el nombre de María Diana Ortíz Ramírez».
El 12 de junio, tras la orden de los responsables del hospital, María Diana fue inscrita en el Registro Civil de Madrid como nacida el 29 de mayo pero depositada en la Maternidad el 3 de junio. No se registró hora de nacimiento, ni información de los padres o los abuelos. También te podría interesar: Recuperan a la nieta 117 robada en Argentina El 11 de julio, la Diputación Provincial de Madrid concedió la adopción de la niña al matrimonio mexicano formado por Nazario Ceballos y Ligia Franco.
A partir de aquí, la pequeña Diana empezó a dejar de ser quien era. Porque esa pareja adoptó a la niña y se la llevó a México. Y el 25 de julio de 1968, dos meses después de nacer en España, María Diana Ortíz Ramírez fue inscrita en el Registro Civil de Yucatán con el nombre de Ligia Graciela Ceballos Franco. Y como hija biológica nacida el 29 de mayo en Yucatán. Así, de repente, una niña había nacido el mismo día en dos lugares distintos del mundo de padres distintos.
Así, de pronto, Diana se convirtió en Ligia. Años después, Ligia se enteraba de todo, la historia de influencias políticas y religiosas que acabó con el robo de un bebé y toda su vida: el nombre, la identidad, el pasado, el presente y quizá el futuro. Lo cuenta Ligia, a la que todo el mundo llama Lily: «Mi abuelo materno era el gobernador de Yucatán y tenía amistad con el arzobispo de esa región. Le dijo que su hija y su marido, quienes acabaron siendo mis padres, no podían tener hijos y le pidió ayuda para que pudieran adoptar». «Entonces, el arzobispo de Yucatán se puso en contacto con el arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo, quien lo preparó todo. Desde Madrid les dijeron que les tenían preparado algo especial, pero que aún no había nacido».
El gobernador de quien hace mención Ligia Ceballos es Agustín Franco Aguilar, quien tenía una relación amistosa con el arzbispo Fernando Ruiz Solorzano. Los padres de Lily viajaron a España y estuvieron tres meses esperando un bebé. «Iban al Arzobispado de Madrid a ver cómo estaba el tema». Hasta que un día, todos los actores de esta historia entraron en juego y entregaron un bebé a la pareja mexicana. «A mis padres les dijeron que cuando llegaran a México quemaran el pasaporte y todos mis papeles. Y así desapareció Diana y nació Ligia». Lily supo quién era, o quién había sido, cuando sus padres le confesaron que no era hija biológica y que había sido llevada a México desde España. Y supo todo eso a los 34 años de edad.
«Hay una ruptura psicológica dentro de ti. No entiendes. Te crees alguien y te enteras de que no lo eres. Te dividen en dos. Y entonces tienes que reencontrarte, poner juntas a Diana y a Lily. Al principio sufrí ansiedad e inseguridad ante distintos aspectos de la vida. Pero no me ha atrapado porque he tratado de ver el lado positivo, la lucha por la justicia».
Desde que supo quién no era, Ligia Ceballos Franco viajó varias veces a España para rastrear su historia. No localizó a familiar alguno, per el 1 de marzo de 2013 obtuvo la primera pista 操�able. «Conseguí el nombre de la partida de bautismo que se había celebrado en Madrid y los documentos de Registro Civil y la Diputación que avalaban el prohijamiento. Ahí me di cuenta de que Diana se había convertido en Ligia al llegar a México».
La mujer siguió hurgando en su pasado y en 2012 se sometió a una prueba de ADN que no ha dado resultados positivos. Nadie sabe dónde están «Rafael» y «Marta». «En España se han sellado muchas cosas sobre los bebés robados, se ha impedido a las víctimas progresar en su historia. Se trató de un robo continuado y sistemático durante el franquismo, al principio para que los hijos de los perdedores en la Guerra crecieran como buenos católicos y después como un negocio, con trá�co de in�uencias y dinero. Yo imagino que mi caso es el segundo.
Sé que mi abuelo pagó, pero no sé cuánto». Amnistía Internacional subraya que la justicia española siempre ha abordado los casos de bebés robados como «delitos comunes y casos aislados». «Los tribunales españoles han descartado desde un primer momento la posibilidad de que los delitos de bebés robados pudieran responder a una trama a nivel nacional o ser constitutivos de crímenes de derecho internacional. Y este caso reviste las notas características de una desaparición forzada como crimen de derecho internacional», sostiene Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España.
Lily cuenta su caso como proyección de otros casos, de otras Lily. «Soy un presunto caso de bebé robado en el franquismo. presunto porque los tribunales aún no lo han dicho. Pero mi caso se quiso tapar, se destruyeron documentos, se robó mi identidad. Eso le pasó a miles de personas».
-He tratado de no poner una etiqueta a mis padres biológicos, no quiero saltarme cualquier posibilidad, la política o la económica. No toco esa tecla. Y en cuanto a los padres que me criaron, que ya han muerto, es cierto que al saber la verdad se modificó mi relación con ellos, cambió la dinámica de familia por el oscurantismo vivido. Pero ellos fueron buenas personas, me criaron, me quisieron y me dieron todo lo que pudieron. Esta lucha no es contra ellos, sino a favor de la justicia de otras personas que sufrieron como yo.
– ¿Y usted sabe quién es? – Sí. Sé lo que soy y lo que busco. En México vivo como Lily y cuando voy a España soy Diana. He logrado unirlas a las dos.
(Con información de elpais.com)