17 de Febrero de 2015, el día en que Juan José Morales escribía sobre Pedro Canché en prisión

El 17 de Febrero de 2015, leí con interés la columna Escrutinio en la celda número 1 del módulo  2 de la atiborrada cárcel en Felipe Carrillo Puerto, donde Roberto Borge me puso por su alergia al periodismo crítico. Los compañeros de prisión se carcajeaban con la imagen de un anarquista y una bomba. Juan José Morales Barbosa, uno de los escasos periodistas de Quintana Roo que abordó ese tema, aunque con información imprecisa, pero se aventaba el tiro para defenderme.

Por supuesto que no participé en la manifestación, solo lo cubría para fines periodísticos. Pero fluía tan poquitos datos y aún así tenía el panorama bastante claro. En Septiembre pasado lo saludé en un restaurante de Cancún y le agradecí el artículo. Vi innecesario mencionarle el asunto de la cobertura, y charlamos sobre temas ambientales. Ahí estaba nuestro amigo australiano Jake Ling, acompañándonos. Hoy, en un 17 de Febrero, a dos años de publicar la columna, se ha ido en pleno uso de sus facultades este hombre de ciencia, historia y defensor del ambiente.

Será todo un referente para la historia de nuestro Quintana Roo, lo ha sido desde hace décadas. Llegó a Cancún en 1975. Nació en Progreso, Yucatán el 19 de Julio de 1934. Casi 83 años de vida. Descansa en paz. Sin duda, añoraremos sus charlas y escritos. Pedro Canché

Aqui el texto publicado por el Periodico Por Esto y otros portales digitales:

EL CASO DEL ANARQUISTA DE OPERETA

Escrutinio

Por: Juan José Morales

En la cárcel de Carrillo Puerto, Quintana Roo, se encuentra recluido desde hace cinco meses y medio Pedro Canché Herrera. Fue detenido el 30 de agosto del año pasado, acusado de sabotaje contra las instalaciones de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado de esa ciudad. Con sus acciones —se decía en la acusación y en las informaciones difundidas por el gobierno del estado— puso en “riesgo la prestación del servicio a más de 17 mil familias de la cabecera municipal y 75 comunidades del área rural, además del equipo de la dependencia”.

Vistas así las cosas, podría uno imaginar a Canché deslizándose al amparo de la noche, con los ojos inyectados en sangre, embozado en negra capa y con sombrero de anchas alas calado hasta los ojos al más puro y caricaturesco estilo del clásico anarquista del siglo XIX, llevando consigo una poderosa carga de dinamita para intentar volar la planta de bombeo y los tanques de almacenamiento de CAPA. Pero no contaba con la astucia de la policía quintanarroense —que como se sabe, no tiene rival en eso de prevenir delitos— y sus malévolas intenciones fueron oportunamente frustradas.
La realidad, sin embargo, es decepcionantemente prosaica. El “sabotaje” del que se le acusa consistió en una manifestación en las oficinas de la comisión para protestar por los cobros en el servicio. No hubo daño alguno. Ni tan siquiera un vidrio roto. Pero, según las autoridades, el delito de sabotaje se tipifica porque él incitó a los manifestantes, y debido a la aglomeración de gente no pudieron desarrollarse normalmente las labores administrativas.

Como se ve, el asunto es tan risible que bien merece ser incluido en un anecdotario de lo chusco. Sin embargo, a Pedro Canché le ha costado cinco meses y medio de prisión, más los que se acumulen. Porque estamos ante una de esos típicas triquiñuelas legaloides a que con frecuencia recurren las autoridades: acusar a alguien de un delito grave para que no pueda obtener la libertad bajo fianza y someterlo a un interminable proceso hasta que, meses después, desvanecidos los cargos por falta de pruebas, es finalmente dejado en libertad. Y como también bien se sabe, en esto de alargar procesos son muy duchas nuestras autoridades judiciales. El resultado de tales maniobras es que el acusado, aunque sea inocente, pasa largo tiempo en prisión. Y por añadidura, no pocas veces es sometido a torturas sicológicas, malos tratos de las autoridades carcelarias y agresiones por parte de otros presos, como afirma Canché que ocurre en su caso.
De hecho, su liberación es casi segura, pues —según informa la abogada Araceli Andrade— las pruebas presentadas en su contra, y que consistían casi exclusivamente en declaraciones de testigos, se han ido desmoronando una tras otra. De los siete testigos, seis ya desconocieron sus declaraciones, diciendo que fueron hechas bajo presión. El séptimo, un policía judicial, simplemente no se presenta a las audiencias, para que el juez pueda fijar una nueva mucho tiempo después y seguir prolongando el proceso.
Canché ejerce ese tipo de periodismo popular independiente y crítico a través de las redes sociales que ahora se ha puesto en boga y que mucha gente practica; no sólo periodistas aficionados sino incluso profesionales que encuentran cerrados los grandes medios de comunicación controlados por el gobierno y los monopolios informativos. Por eso su encarcelamiento ha recibido la atención de periódicos, revistas y organizaciones nacionales defensoras de la libertad de expresión y los derechos humanos, que lo califican de represalia por sus críticas al gobernador.
En respuesta, durante las últimas semanas periodistas ligados al gobierno del estado han realizado una campaña para desacreditar a Canché diciendo que no es periodista. Pero el meollo de la cuestión no es ese. A fin de cuentas, no importa si es o no periodista. Lo importante es la manera como se le llevó a la cárcel y se le mantiene tras las rejas. Después de todo, los derechos humanos no son sólo para periodistas.

Lectura publicada en:

http://marcianitosverdes.haaan.com/2015/03/el-caso-del-anarquista-de-opereta/

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