Congreso:Crónica de un huracán no anunciado

Crónica de «Cristal de Roca»
Por Cecilia Lavalle*
Junio 21 de 2016

Crónica de un huracán no anunciado.

A las 6 de la tarde el recinto legislativo lucía cerrado. La puerta principal y los ventanales de la fachada tenían cortinas anticiclónicas. De no ser por las vallas que rodeaban todo el lugar, cualquiera pensaría que se esperaba un huracán. Y acaso sí. Un huracán no anunciado. Un huracán de ciudadanía que acudía al Congreso a exigir cuentas claras.
La convocatoria llegó por redes sociales. Se citaba a las 6 de la tarde para impedir que en el Congreso se aprobara más deuda pública para el municipio de Solidaridad, y el nombramiento del nuevo Auditor. Todo esto en un marco de especulaciones que circulan desde hace unos días en relación con nombramientos que buscan, se dice, blindar al gobernador Roberto Borge, quien termina su mandato en septiembre.
El tema, de acuerdo con la agenda oficial del Congreso: elegir nueva mesa directiva para el periodo extraordinario de sesiones.
Lo cierto es que la ciudadanía que acudió se encontró cerrados todos los accesos a una sesión pública. Cortinas anticiclónicas al frente, puerta cerrada atrás, vallas en todo alrededor.
6:10 Un pequeño grupo se congrega a las afueras del estacionamiento del Congreso.
Una mujer con un megáfono explica que la protesta es pacífica y que quieren entrar a la sesión pública. Trece minutos más tarde algunos hombres tiran las vallas metálicas que impedían el acceso al estacionamiento. La gente entra y se coloca frente a la puerta cerrada del recinto. Y comienza a corear: ¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta!
No son gritos de furia, son casi un coro rítmico. La manifestación está integrada en su mayoría por mujeres. Algunos hombres. Unos mal encarados. Los menos. Algunas niñas y niños. Señores paseando a sus mascotas.
No hay consignas preparadas, ni mantas. Apenas unas cuantas cartulinas en las que se lee: “Chetumal cansado de tanta corrupción. Chetumal ya despertó”, “Ya basta de corrupción, exigimos rendición de cuentas”, “No queremos deudas que no son nuestras”.
6:28 comienzan a llegar varias camionetas con antimotines. El ambiente se tensa.
Para una sociedad que está tan poco acostumbrada a manifestarse públicamente, esto es una novedad. Lo mismo hay docentes que políticos, comerciantes, ciudadanos y ciudadanas con las que me topo en el supermercado o en el cine, al frente de un banco o en la calle. Una maestra me abraza llorando y me dice: “Me duele lo que le está pasando a Quintana Roo”. Otra señora en silla de ruedas dice: “Yo estoy aquí por mis nietas y por mis nietos”.image image
Y por todas partes se escucha que esta es la casa del pueblo, que las sesiones son públicas, que los diputados deben dar la cara. Pero todo eso se dice en voz baja. En voz alta sólo se oye esporádica y rítmicamente: ¡Abran la puerta!, ¡abran la puerta!, ¡abran la puerta!
6:58. Entran unos cuantos antimotines y se paran cerca de la gente.
La calma se rompe. La gente no se mueve, pero mira de frente a los antimotines cuando les gritan: ¡fuera!, ¡fuera!, ¡fuera! Ellos no retroceden. Tampoco avanzan.
Al poco llegan policías estatales con visibles pistolas a la cintura. Caminan ante los niños, cerca de la gente. Uno habla por radio. Parece que sólo quieren mostrar que están ahí y tienen armas.
Entonces alguien intenta romper la puerta de vidrio. Lo frena la mayoría. Pero se descuidan y un segundo intento tiene éxito. Son las 7:06. Parece una acción aislada y no consensuada, porque una mujer forcejea con el hombre que tiene el tubo con el que ha golpeado la puerta.
Muchas mujeres se repliegan. “Esto no era así”, “esto no era así”, repiten. Se arma la gresca entre manifestantes y antimotines, que ni dura mucho ni pasa a mayores. Al final, dejan pasar a la gente.
Ahí frente a los diputados y diputadas, distintas personas muestran cartulinas. En una se lee: “Que pague Borge”. En otra: “No más impunidad”.
El diputado Pedro Flota señala a algunos medios y a la gente que se le acerca, que son falsos los rumores que circulan en las redes sociales, les califica de “barbaridades”, y les reclama “la rotura (sic) de vidrio, la irrupción abrupta”.
Y no puedo sino preguntarme: ¿para qué las vallas, las cortinas anticiclónicas, los antimotines? Si sólo se elegía la mesa directiva, ¿por qué impedir el paso de la gente que quería entrar a la sesión pública?
7:35. La sesión se da por terminada.
El recinto se llena con gritos: “¡rateros!, ¡rateros!, ¡rateros!” Y a continuación: “¡corruptos!, ¡corruptos!, ¡corruptos!”. Diputadas y diputados salen con el rostro desencajado.
No es para menos. Al final del día parece que el huracán, con todo y cortinas anticiclónicas, entró al recinto legislativo.image image image image

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