Abuso policiaco en Cancún: de la estética al Torito

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Por Enrique Huerta

 La visita a la estética para arreglarse el cabello se convirtió en una pesadilla para Severiana Alcocer Canché, quien en vez de lucir su nuevo look, fue agredida por policías municipales al tratar de evitar lo que, considera, una aprehensión indebida de dos personas.

Aún persisten los rastros del impacto emocional que sufrió luego de ser víctima de abuso policiaco por parte de Guadalupe de Jesús Vicaria Can, quien además de golpearla y romperle sus cosas, la tuvo retenida durante nueve horas en el Centro de Retención Municipal –popularmente llamado “Torito” de Cancún–.

A pesar de que la Procuraduría de Justicia de Quintana Roo busca que se le dé una compensación económica y disculpas por parte de la ofensora, ofrecidas para resarcir el daño causado, la señora Alcocer Canché rechaza este ofrecimiento que no restituye la humillación y las vejaciones sufridas.

“El día 2 (de agosto), a las 3 de la tarde me encontraba en una estética, en la Región 94, para que me arreglaran el cabello. Estaban empezando en eso cuando llegó el hermano de la estilista pidiendo un servicio para él y su compañero, pero la estilista le dijo que se esperara un ratito mientras a mí me terminaba de poner peróxido y aluminio en el cabello porque me lo iba a decolorar”, comienza a relatar Alcocer Canché.

Para mitigar la espera, continúa la entrevistada, los señores fueron a comprar un par de cervezas para cada uno de ellos y se sentaron en el zaguán de la casa habilitada como estética. Cabe mencionar que este lugar es un domicilio que presta dicho servicio, por lo que hay una distancia de unos meros desde la puerta de entrada hasta la casa.

Esto pareció molestar a uno de los vecinos que no se lleva bien con la estilista y dueña del lugar, por lo que el enemigo anónimo decidió llamar a la policía municipal para denunciar que había dos individuos tomando cerveza en la vía pública.

“(Un vecino) le habló a la  policía y dijeron que había dos personas tomando en la vía pública, cuando no es exactamente la vía pública, porque hay varios metros de la puerta de la casa de la señora hasta donde está la calle”, indica Severiana para recalcar lo que, para ella, es un atropello judicial de los tres elementos de la Policía Municipal que arribaron al lugar –dos hombres y una mujer, Guadalupe de Jesús Vicaria Can, con la cual la agraviada tuvo el enfrentamiento–.

“La estilista salió a ver qué pasaba con su hermano, para apoyarlo, cuando ella salió los señores ya estaban esposados por policías municipales. Entonces salí para apoyar la situación y aclarar que la explicación de la estilista era verdad. Salí con mi teléfono para tomar una foto a la patrulla pero desafortunadamente esa foto no salió. Tomé una segunda fotografía en donde se ve que están reunidas cinco personas, Yo me acerqué y les dije ‘que se dieran cuenta que la señora que decía era verdad, que por qué no iban mejor y recogían a gente que en verdad está haciendo barbaridades en la calle a esta gente que estaba sentada y no estaba haciendo ningún tipo de escándalo’. Por eso fue que me atreví a salir”.

Tras los reclamos y la fotografía, Vicaria Can le tomó una fotografía a Severiana Alcocer, quien intentó evitar que tomaran su imagen y comenzó una pelea, en el cual su teléfono celular, con el cual tomó las imágenes anteriormente referidas, salió dañado.

“La señora policía quizá se dio cuenta de que tomé la fotografía, se regresó y se acercó mucho a mí, a una distancia muy corta y de manera muy prepotente me tomó una fotografía, entonces lo que yo hice fue poner una mano así (hace un movimiento para cubrir su rostro) y le dije que no me tomara ninguna fotografía. Me imagino que la agente se sintió agredida para darme una cachetada. Es una señora robusta, grande, entrenada para esos tratos y yo, por inercia, sin pensarlo, la agarré del cabello y ella me agarró a mí del cabello, pero por obvias razones yo salí perdiendo porque soy más pequeña”.

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Señala que no recuerda muy bien lo que pasó después, sólo que de repente fue esposada de manera violenta y subida a la unidad de la Policía Municipal.

“De volada me esposaron de ambas manos, muy fuerte, sentó como la señora había apretado demasiado, al grado de que aquí tengo una pequeña marca, ya se me cayó la costra de donde me lastimó, tenía unos pequeños moretones que ya se me quitaron. Yo me resistí totalmente, le decía ‘suéltame, no me vas a llevar’, seguíamos forcejeando; en eso se me rompieron mis sandalias. Yo le decía a la estilista ‘Mago, quítame esto’. Tenía todavía la toalla (del tratamiento estético).

“Ya para esto me estaban subiendo. Me agarraron de la parte superior de mi vestido por la policía, y otros dos policías de los pies, y fue cuando me subieron a la patrulla, porque yo me resistía, quería estar clavada en el piso”.

Alcocer Canché relata que los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública municipal la llevaron hincada a las instalaciones de la corporación, en donde recibió un trato poco digno, en el cual ni siquiera le permitieron quitarse el aluminio que traía el peróxido del tratamiento capilar interrumpido por el pleito.

“Me bajé sin zapatos, con todos los aluminios en el cabello y todo eso. La verdad me sentí muy avergonzada, no tiene idea. Llegué y me quitaron de una mano las esposas y empecé a arrancarme los aluminios porque me dijo la estilista ‘quítatelos y lávate el cabello lo más pronto que puedas, porque si no, tu pelo se va a pudrir, se va a caer’. Entonces yo empecé a quitármelos y la policía me dijo ‘Levanta eso de allá, no seas cochina que no estás en tu casa’”.

 Después comenzó el proceso de fichar a los dos varones y a la señora Alcocer Canché. “Nos tomaron nuestros nombres, nuestra dirección, nos tomaron fotografías de frente y de lado, todo eso”.

“Entonces de ahí nos volvieron a subir a las patrullas y nos llevaron al Torito. Llegando ahí el mismo proceso: a tomarnos fotografías y todo lo demás, pero ya para eso los otros dos policías ya me hablaban con un tono más fuerte; supongo que estaban muy molestos porque vieron que toqué a su compañera”.

Centro de retención y abuso

 La llegada de la señora Severiana Alcocer Canché al Centro de Retención Municipal fue una ampliación de abuso y maltrato por parte de los elementos municipales que la aprehendieron, junto con otros dos señores, a las afueras de la estética a la que acudió para un cambio de look.

“Llegando ahí nos enfilaron, había un montón de gente. Los señores pidieron permiso para ir al baño y se les concedió, entonces pensé en pedir permiso para lavarme el cabello. Dije: ‘señorita, me permite ir al baño, que necesito lavarme el cabello, necesito lavarlo, tiene peróxido’. Y me dijo: ‘no’. Entonces fue cuando dije ‘cómo, ¿por qué a ellos, que son varones les dio permiso y a mí, que necesito lavarme el cabello, me dice que no?’”.

Asegura que advirtió a la custodia –que es la policía quien la aprehendió– que iría a hacer del baño.

“Además le dije Vicaria Can: ‘yo no estoy secuestrada aquí, tengo mis derechos’”, ahonda la entrevistada.

Finalmente la petición fue atendida, bajo advertencia de que no se quitara de su cabello el aluminio que contenía dicha sustancia.

“Yo llegando (al baño), obviamente hice caso omiso de que no me lavara el cabello. Llegué, abrí la llave y rápido me fui echando agua. La custodia fue conmigo y me dijo: ‘te dije que no te lavaras el cabello’. No le hice caso, lo que quería era ganar tiempo para lavarme el cabello, entonces ella quiso esposarme y rapidito me subí el vestido, me bajé la ropa interior para hacer pipí, y me empujó hasta donde está la taza, que es muy grande, por lo que me andaba cayendo. Me agarró desprevenida y estoy chiquita. (La mujer policía) tenía una cara como de coraje, como no me podía hacer nada en donde estaban todos los demás, no podía agredirme, pero en el baño lo hizo”, detalla Alcocer Canché.

Tras ese incidente en el baño, relata la afectada que pasó con el médico legista para certificar un presunto estado de ebriedad, que no tuvo ninguno de los tres aprehendidos.

“Perdí la noción el tiempo, pero calculo que como a las 5 pasamos con el médico, me olió para ver si traía aliento alcohólico y obviamente no, nada más traía el olor al peróxido y le dije todo lo que había hecho la señora y me dijo ‘yo soy solamente el médico, pero le voy a pasar su caso al juez’”.

Dice que preguntó a varios custodios la razón de su aprehensión, a lo que le contestaron que su falta fue obstrucción del trabajo policiaco, lo cual es desechado por la entrevistada.

“Simplemente me acerqué a tomar una fotografía; simplemente les dije que los señores estaban en un espacio y que no había nada malo; si hubiera visto que estaban tomados, pues ni modo, pero no”.

Transcurrió el tiempo y los custodios del Torito no dejaron que Severiana Alcocer avisara a su familia, a pesar de que ya habían pasado horas desde que había salido de su casa para ir a la estética, por lo que su familia no tenía ni idea del por qué de la tardanza. Dio aviso a sus conocidos siete horas después de su aprehensión.

“Pedí que me permitieran hablar con alguien para que rápido me sacaran de ese lugar y no me dieron permiso hasta las 10 de la noche. A esa hora, hablé con una amiga, le pedí que de favor fuera a mi casa, que le dijera a mi hija que fuera a pedir prestado dinero a la vecina de enfrente y que fueran por mí, porque mis hijos sabían que fui a la estética… Hasta las 12 pagaron y llegué a mi casa como a la 1, sin zapatos porque me los reventaron; sin celular, que está roto y ahí está la foto que tomé, tengo que hacer cómo le hago para recuperar todo aquí. Pagué mil 500 de fianza para poder salir”.

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El valor de denunciar

Severiana Alcocer Canché admite que fue todo un proceso nada fácil para tener el valor de denunciar a la mujer policía que la agredió. Tenía que vencer al miedo y la impotencia, sentimientos que regresan a pesar de haber pasado más de diez días, para no dejarla dormir ni estar tranquila.

Este proceso comenzó, paradójicamente en el Torito, cuando un custodio le recomendó no quedarse callada.

“Un custodio, ahí en el Torito, fue la que me dijo: ‘señora, no se quede así, vaya y denuncie, porque esta persona ya tiene varios casos así’. Al día siguiente fui a la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito municipal, con el único apellido que me dieron de esa persona. De ahí me mandaron a la Procuraduría y de ahí pasé con el médico, me tomaron fotografías; pasé con otro médico y me dieron el número de averiguación”.

“En Asuntos Diversos (de la Procuraduría de Justicia estatal) me dijeron que podía llegar a un acuerdo económico con esta señora y que me pediría disculpas. Yo la verdad le puedo decir que no tengo dinero, pero no quiero dinero, lo que quiero es que esta persona reciba lo justo, no pretendo más, porque si es una mal elemento, no sé porque sigue trabajando ahí”.

Señala que en Asuntos Diversos le prometieron que no protegerían a la agente, puesto que es de otra corporación, aunque le ofreció el arreglo económico.

Práctica común, mas no reglamentaria

 Para Leonardo Kumul, abogado miembro de la Comisión Nacional e Internacional de Organizaciones de Derechos Humanos y quien asesora a la señora Alcocer Canché, está claro que este caso otra situación más de abuso de autoridad y tortura de las corporaciones policiacas.

Señala que ante los abusos de sus elementos, las corporaciones generalmente buscan arreglos fuera de las instancias jurídicas pertinentes para no ensuciar su imagen.

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-¿Es normal que las autoridades traten de dirimir estos asuntos con una compensación económica?

-No, eso ni su reglamento interno lo tiene contemplado. ¿Por qué están haciendo esto? Porque no quieren generar estadística en este momento de más abusos de autoridad, porque ellos al admitir y radicar sus quejas, generan estadística y ellos no quieren eso para que no se sigan las denuncias correspondientes.

-¿Es práctica común que traten de arreglar estos asuntos por afuerita?

-Sí, porque en sus informes dicen que no hubo ninguna queja durante la administración correspondiente. Y no es que no hayan existido, sino que ellos son los que hacen estas negociaciones extrajudiciales para poder sacar la queja fuera del ámbito legal para no generar estadística de abuso policial.

Kumul explica que la Comisión Nacional e Internacional de Organizaciones de Derechos Humanos fungirá como abogado coadyuvante en este caso para la presentación de pruebas ante la instancia ministerial y en la Dirección de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública municipal.

Agrega que también darán a conocer este caso a las organizaciones dedicadas a combatir los delitos contra la mujer para que puedan atender esta situación.

-¿Qué sigue ahora para el caso de la señora?

-Su presentación de pruebas ante la Dirección de Asuntos Internos y ante la Vicefiscalía del municipio de Benito Juárez. Es un proceso de integración, hay que recordar que estamos en un sistema acusatorio adversarial, por lo tanto el Ministerio Público le tiene que dar atención de víctima también, que en su momento se estará solicitando para cesar a la gente y prevenir que se sigan presentando conductas delictuosas.

Sobre si buscarán más casos de abuso de la agente Vicaria Can, Kumul el abogado explica que muchos casos de abusos no se denuncian, por lo que casos aislados no generan estadística judicial, por lo que según la gravedad del asunto, se pedirá su historial de esta policía.

El cese, detalla, dependerá de la autoridad administrativa; en la situación penal, podría ser hasta prisión, porque estuvo consciente y utilizó sus facultades para violentar, por lo que quiso y entendió la gravedad de lo que hacía.

La decisión de Severiana Alcocer Canché está tomada. No quiere el dinero ni las disculpas de Guadalupe de Jesús Vicaria Can ofrecidas por la Procuraduría Estatal, sino que la cesen, por la violencia y humillación que sufrió por parte de esta policía municipal.

“A mí quién me va a quitar la humillación de ir al Torito, me tomaron fotografías junto con mi nombre. Al rato, que por cualquier otra situación, llego a caer, van a decir ‘esta señora sí tiene problemas’, aunque haya sido injusta la primera vez. Además, pagué un dinero que no tenía, rompieron mi teléfono, ¿para qué quiero que me recompensen a mí si la señora va a seguir? No me puede resarcir el daño. Me trajeron por toda la Kabah, con mis aluminos y todo. Para mí, como mujer, fue una humillación… Y haberme tratado como me trató en el baño, todavía lo recuerdo y no sé si de coraje o tristeza, me pongo a llorar”, dice Alcocer Canché.

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