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Hoy Quintana Roo es un estado desmembrado. Tenemos a la pujante zona norte, de crecimiento acelerado y accidentado, que vive entre la opulencia y la violencia. En el sur estamos los resabios de una población migrante de principios y mediados de siglo XX, comerciantes y burócratas, lejanos a la metamorfosis que produce el turismo a gran escala. En el centro y noroeste del estado tenemos a la despreciada zona maya, la cultura milenaria olvidada y arrumbada, el pueblo originario que le da una identidad a la península, pero desarticulado de la dinámica de los otros dos polos del estado.
Sólo nos han quedado pedazos de un estado que auguraba una esperanza de justicia social (tal vez idea ingenua pero esperanza al fin), cuando menos esperábamos un poco de homogeneidad en la sociedad.
Borge y sus discípulos han hecho del elitismo, discriminación y racismo la bandera de su sexenio, han logrado evitar el desarrollo indígena transgrediendo las obligaciones más básicas de sus mismas leyes demagógicas, han puesto tierra de por medio en la relación del gobierno del estado con la zona indígena; su plan es hacer lo menos posible porque para la política esa zona significa pocos votos, poco dinero y poca relevancia, a eso lo pueden etiquetar como discriminación, racismo o como quieran.
El 9 de agosto fue el día internacional de los pueblos indígenas, fue el único momento en el cual el gobierno no pudo ocultar parte del abuso en contra de los mayas, las quejas no se hicieron esperar y se escucharon algunas voces de crítica en los medios. Poco después el gobierno se sacó de la manga un decreto exprés para definir como patrimonio intangible la música maya pax. Hoy, una semana después nadie se interesa por la zona indígena, lamentablemente fue tema de moda pasajera.
Entre las grandes deudas con la zona indígena está la omisión que se hace año con año de etiquetar un presupuesto en la ley de egresos -y obligatorio constitucionalmente- en beneficio de la atención indígena. La codicia del poder político ha evitado que se etiquete un solo centavo en la ley de egresos.
Quintana Roo siendo el cuarto estado con mayor presencia indígena en el país también sobresale por no tener una sola institución del gobierno estatal que se dedique exclusivamente a la atención indígena, lejos estamos de tener una secretaría, o un órgano descentralizado o desconcentrado. Y la subsecretaría que se encarga del desarrollo indígena fue integrada sin capacidad de acción, sin recursos; manca e invalida, además de lejana -geográficamente- de la zona maya.
Los dignatarios mayas están en la nomina del gobierno estatal, son los promotores de Borge, les pagan para sonreír a las cámaras mientras su pueblo es ignorado y relegado. Dignatarios que son buenos para pedir, para beber y para celebrar, son la inversión del gobierno para que los mayas estén tranquilos, dejarlos quietos, desarmarlos.
Además, hay un premio al merito indígena que se entrega cada 3 años, este año se debió otorgar y no se hizo, cuando Pedro Flota se llena la boca al decir que él y su congreso actúan conforme a la ley habría que preguntarle porque tanta omisión -y saña- en contra de beneficiar o reconocer al pueblo maya.
Y de Borge habría que comparar en cantidad y duración sus viajes a Europa con sus viajes a Carrillo o Lázaro Cárdenas.
Hay que pedirle al nuevo gobierno que -cuando menos- se respete la ley y el sentido común, humanismo mínimo con un Quintana Roo que ha sido descocido, saqueado y discriminado.