El cliente pidió una Coca cola para acompañar su pollo con papas. La fonda de la Super Manzana 66 tenía un cliente más. Y entonces Gisell, la niña interrumpió sus tareas en ese rincón con olor a comida mexicana. Fue por los refrescos con su hermano. En una banqueta a 20 metros de la fonda quedaron la tarea y los sueños. Una bala perdida de los narcos atravesó su pierna derecha. Una arteria fue dañada por el proyectil. Murió en brazos de su madre la cocinera en un hospital a tres cuadras de la fonda. LOS SUEÑOS QUE EL NARCO LE ARREBATO A UNA NIÑA
Cancún, Quintana Roo 31 de Enero de 2017.- Por Edgar Olavarria.- Son las 6:45 de la mañana, el acceso principal de la secundaria “8 de Octubre” se abre para recibir a estudiantes, es lunes la mayoría de ellos llegó con prisa, casi corriendo, antes de que ambos portones se cierren y queden fuera del plantel educativo, habrá homenaje, poco a poco los grupos toman sus lugares, todo pareciera transcurrir con normalidad.
Sin embargo, ese día, en una de las casas del fraccionamiento contiguo a la escuela, las cosas son diferentes, la mochila, útiles escolares y uniforme permanecen inertes, no sonó la alarma, no hubo prisas, risas, música, el único sonido que se escucha es el llanto, se percibe desconsuelo, impotencia y rabia, falta uno de los integrantes de la familia.
Falta Giselle, aquella chica de 14 años, que solía escuchar música antes de partir a la escuela, que soñaba con terminar una carrera, una estudiante promedio, una niña de larga cabellera, de tono obscuro, de ojos expresivos, siempre alegre y sonriente, apreciada por amigos y compañeros. Este lunes, ella no tocó el uniforme, no preparo los útiles, no fue la escuela, ella duerme, no despertó, no lo hará, ni hoy, ni mañana, ya no más.
Está por iniciar, el homenaje, los estudiantes están en posición de firmes, saludan el lábaro patrio, de pronto al término de la lectura de las efemérides, la mayoría de ellos se enteró de la tragedia, Giselle fue víctima colateral del crimen organizado, una bala perdida de los narcos atravesó su pierna derecha y una arteria fue dañada por el proyectil, su último aliento fue ante el ser que más amo en la faz de la tierra, su frágil cuerpo no resistió y sucumbió en brazos de su madre. Un minuto de silencio, en su memoria y unas hermosas palabras dedicadas por su mejor amiga, Rosa.
En la casa, la familia aún no se repone de la noticia, fueron los dos hijos de aquel matrimonio que llegó del vecino estado de Tabasco, en busca de “más y mejores oportunidades”, de un mejor nivel de vida, en “una ciudad de 10”, en un destino turístico consolidado mundialmente. Aún se niegan a aceptar los hechos, no se explican el cómo y el por qué.
Fue la noche del viernes, la fonda de la supermanzana 66 tenía un cliente más, él pidió una coca cola para acompañar su pollo con papas, ya no había bebidas, entonces Giselle irrumpió sus tareas en ese rincón con olor a comida mexicana, para ir en compañía de su hermano por refrescos. Ambos, quedaron en medio de una persecución entre delincuentes, los dos resultaron heridos, fueron trasladados al Hospital General, sólo su hermano, un joven de 17 años, resistió el embate de aquellas balas pérdidas.
Ahí quedó la tarea y los sueños, ahí quedó su plan y proyecto de vida, ahí permaneció inerte, afuera sus familiares lloran desconsolados, el dolor es fuerte e irresistible, el daño colateral de la disputa de los carteles cobra una nueva víctima.
En la escuela, los alumnos sorprendidos, se dirigen al aula de clases, algunos desconcertados por la noticia y otros sorprendidos. Los compañeros de grupo se enteraron el sábado, tuvieron la oportunidad de asistir al funeral, de despedirla, de darle el último adiós, de acompañarla a su última morada. Otros, lo hicieron a través del perfil de Paloma Busquet, como solía llamarse Giselle en Facebook, ahí en su muro escribieron con el corazón en la mano, con un cumulo de emociones encontradas, con sentimiento, recordando a la chica alegre, jovial, amiguera, entusiasta, autentica, sencilla, humilde, amorosa, compartida y sobre todo segura de sí misma, tristes por lo que representa tan abrupta partida, pero reconfortados porque descansa en paz.
Desde el viernes en la noche, al conocer la noticia algunos familiares se trasladaron a Cancún, el sábado por la mañana, preparaban los servicios fúnebres, elegían el último atuendo, hacían espacio en la vivienda para recibir el féretro, con un dolor inimaginable, con el gasto inesperado, la familia, amigos y conocidos, poco a poco se concentraron.
La disputa por la distribución y narcomenudeo entre los cárteles mexicanos que operan en este destino turístico, así como la incidencia en homicidio, secuestro, extorsión, lesión, violación y robo a casa habitación, negocio o de automóvil; no sólo denota la incapacidad de los tres órdenes de gobierno para combatir de manera frontal los índices delictivos y al crimen organizado, sino cada vez el daño colateral hacia la población, es una constante.
Las drogas matan a inocentes, los adictos mueren por sobredosis y narcotraficantes perecen por la afrenta hacia contrarios, ella, Gisel “N”, fue una víctima colateral, de una guerra entre narcos, que no sólo amedrenta a la sociedad sino que también vulnera a instituciones de gobierno y autoridades de los tres niveles.
Hoy la familia se encuentra devastada, inmersa en el dolor, desconfianza, incertidumbre y sobre todo con un sentimiento de tristeza, su preocupación más grande en estos momentos es proteger su privacidad, han sido flanco de visitas constantes y tienen miedo a no estar seguros, no se sienten protegidos, se han autoencerrado en el afán de esconder el cumulo de emociones encontradas, que por unos instantes les arrebata el llanto al recordar aquella noche trágica que no reparó en quitarle la vida de Gisel sino también de herir a su primogénito, un joven de 17 años, no desean estar en los “reflectores” y ansían recuperar la cotidianidad de sus vidas, el crimen organizado les arrancó a una hija, un habitante más de este paraíso corrompido.