-Mira periodista, te lo digo aquí entre nos. A nosotros nos ordenaron dejar en esa oficina al politico ese. Fue orden del gobernador, creo que su papá es muy influyente. Por Pedro Canché
Cuando uno accesa al Centro de reinserción Social (CERESO) de Chetumal, la cárcel grande de la Frontera Sur, hay dos espacios donde van los nuevos. El cubo es el primero. Es una hilera de celdas donde el preso es aislado hasta saber su perfil y llevarlo al patio común, un pequeño pueblo con iglesias, un mercado y una fuente de sodas. De no cumplir el perfil y es un tipo de la mafia o reo peligroso, se le ingresa al área de los segregados, el almoloyita, donde hay un aislamiento y conviven y sobrevive el más fuerte. Las mujeres están en el ala derecha, justo atrás de las oficinas de penas y medidas. Ahi hay un colgadero de ropas y 5 niños y bebés los pasean hasta una pequeña palapa.
En ninguno de estos se encuentra el amigo de Roberto Borge, su hermano del alma, Mauricio Rodríguez Marrufo. Luego de pasar el acceso principal se llega a la reja que separa el mundo de los reos y la libertad. Policías muy atentos revisan a los abogados de oficio, a las abnegadas esposas que llevan un ventilador o los antojos gastronómicos del prisionero. Hay que registrarse. Arriba está la oficina del director donde supervisa las áreas del penal y se la pasa contestando oficios de amparos y de los juzgados. Ahí tiene un equipo laborando. Abajo hay un cuarto de 24 metros cuadrados con una puerta de caoba y un aire acondicionado que no deja de funcionar. Ahí está Mauricio Rodríguez Marrufo.
El primer borgista detenido no sufre el calor agobiante como los 872 reos. Está en ese dormitorio de los jefes de los celadores. Uno de ellos se queja cuando llegamos e ingresamos al CERESO para ver las condiciones de Mauricio Rodríguez Marufo.
-En ese cuarto dormitamos por turnos en las madrugadas, ahora que está ese político tenemos que usar esas sillas del patio
Dos celadores vigilan la entrada de la puerta de caoba. Cuelgan decenas de grilletes y esposas. Cientos de llave atiborran la pared blanca. Prohibido fumar. Es el pequeño letrero que se encuentra en el lugar. Atrás de esa puerta de caoba descansa el ex titular de SEDUVI. Solamente lo mata la soledad. Eso sí. Hay mensajes y se lo llevan en esa jaula de oro por la diputada Jenny Juárez. Usando su fuero lleva los mensajes de Robero Borge Angulo a su cómplice caído. Una pieza importante de su mafia que en total vendieron 92 millones de metros cuadrados. Jenny Juárez acostumbra visitarlo entre las 19 o 20 horas. En la noche todas las diputadas son pardas.
-Tiene una colcha y una sábana. Le traen los alimentos por sus familiares. Ahí tiene su baño propio. Su ducha caliente. Nadie lo molesta. Incluso hay un televisor a color que usa la guardia cuando descansa. Ya no veremos el box del «Canelo» con el hijo de Chávez.
Si Mauricio llegara al cubo, tendría su loza fría con 6 compañeros apretujados con un mediano baño. Como nuevo le tocaría lavar la taza a conciencia. Si no lava correctamente el excusado, lo pondrían con su cepillo de dientes a blanquearlo toda la noche. Si se niega, simplemente se la rajan. Es la ley del espacio sin libertad. Tendría que lavar los trastes y toda la celda. Siempre huelen mucho a cloro. Los presos son muy cuidadosos en eso. Por eso no ha habido brotes de enfermedades en esos hacinamientos.
En cambio si llega al patio, al pequeño pueblo, estaría a dispocición de un cabo. El cabo, término del auto gobierno donde un reo funge de jefe responsable de un área, es el que lo traerá de sirviente durante seis meses. Tendrá que lavarle la ropa. Tendrá que hacer limpieza en las áreas generales por seis meses. Todos los días. Incluido el domingo. Lo someten a un interrogatorio. Si tiene dinero le pueden vender una plancha donde podrá dormir. Los pobres tendrán que usar el suelo o ver donde guindar la hamaca. Entre 12 a 24 personas en celdas de 48 metros cuadrados tendrá que soportar las mil y una historias de inocencia. Él también contará la suya. Pero el de los otros valdrá más. Y entonces le pondrán un apodo. Si se queja con los guardias, estos harán como que lo escuchan. Pero al final serán los guardias y los presos quienes le llamarán «Sapo». Y tendrá que dar los refrescos todos los días. Con la Coca Cola las penas son menos. Faltaba más.
Si fuera Mauricio al área de segregados encontrará en ese almoloya la privación total. No caminaría por los pasillos. No los hay. Son celdas y un pequeño patio donde el olor a humo es insoportable. Tendrá que ser rifado para ver quien se lo lleva. Lo mismo podría ser un sirviente fiel o ser sodomizado. Se llega a la locura. No hay tiempos. No importa los calendarios. Hay gritos y lamentos. Hay cantos religiosos y alabanzas a la santa muerte. Esos tonos cumbieros se convierten en tortura. Al final lo estará tarareando cuando como sirviente esté frotando el píso. Miraría ahí. Hay ojos que lo ven. Risas locas. Amenazas. «Esta noche te mueres», «¿Ves esa bolsa? son intestinos del de 31.
En ninguno está Mauricio Rodríguez Marrufo. Está en el dormitorio de los guardias.
-Una cosa te pido y consideren que dí mi vida por la procuración de justicia (y no es sarcasmo), no dejen a mi hijo con los reos. Póngalo en un lugar especial. Apelo a mi amistad con el gobernador.
Más que una petición fue una orden de Bello Melchor Rodríguez al gris secretario de gobierno, Francisco López Mena. El junior tendría que ser protegido. Ya había hablado con Carlos Joaquin y le pidió trato especial a su hijo.
-Ustedes serán responsables si lo asesinan en prisión
El viejo Melchor, premiado por el sistema con una notaría en Cozumel, viajó a la Ciudad de México para ver a sus antiguos contactos. Y de paso reunirse con Borge. De nada le valió su amistad con el gobernador Carlos Joaquín.
-Caiga quien caiga y hasta donde tope.
Para algunos fue lema de campaña. Para Melchor y su junior Mauricio fue una promesa cumplida…pero con privilegios.
(Agradecemos a los guardias por el tour en el CERESO. Sin ellos esta información no fuera posible. Están enojados por la impunidad que goza Mauricio con sus privilegios).